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El anciano Eguchi acude por recomendación de un amigo a la casa de las bellas durmientes. Una madame de mediana edad lo recibe en una edificiación más bien pequeña donde hay una habitación reservada. Dentro, una joven narcotizada espera dormida la compañía de un anciano que, naufragado en el mar de la edad, sólo aspira a compartir el sueño con la muchacha. Sólo a un alma como la de Kawabata se le podía ocurrir un prostíbulo tan particular y tan disminuido en sus funciones. La novela le permite al autor una reflexión en la mente de Eguchi sobre la vida, sobre su vida y sobre la vejez. Deliciosa la novelita y casi dirías que es la que más te ha gustado. Y el final sorpresivo la realza. Siempre se corre el riesgo, con semejante clientela, que alguno perezca durante el sueño. Y así ocurre alguna vez. Pero el inminente final que se augura de Eguchi se torna en una inesperada bajada de telón.

 Yasunari Kawabata, La casa de las bellas durmientes, Buenos Aires, Emecé, 2012.

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 Al final de la novela has sentido una repugnancia creciente hacia el personaje de Tula. Ignoro si era la intención de don Miguel. Supongo que no. Pero te ha provocado ese efecto. Tula se te ha ido atragantando conforme avanzaba el libro y, al final, has celebrado su muerte. Toda la atmósfera de La tía Tula es asfixiante. Asfixia no sólo la temática, sino la sociedad que se recoge en sus páginas, con los convencionalismos, las expectativas cercadas, los futuros grises, de tarde alrededor de una mesa con mantel de hule y bombilla mortecina en una lámpara ajustada a un escueto casquillo sobre ella. Y la muerte cruzando a cada esquina como lo hace en la misma realidad. Pero aquí, abundantemente. Los personajes son unamunianos. Extremos en su grisura, absurdos en su verosimilitud. Quizá podrías pensar que el final en el que los sobrinos-hijos de la protagonista se pelean entre sí del modo habitual en las familias sobraba. En fin, no eres nadie para enmendar la plana a don Miguel. De todas las novelas que has leído del maestro, éste es la que más te ha angustiado y en la que aquel humor que tanto te sorprendió en otras ocasiones, falta por completo. Lógico, habida cuenta del asunto.

Miguel de Unamuno, La tía Tula,

http://www.librodot.com/getbook.php?num=14333&type=pdf 

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 Los cuentos que aquí se recopilan tienen en común pocas cosas con los cuentos convencionales y sus reglas. Todo en ellos es como todo en don Miguel. La lucha por el sentido de la existencia, los personajes extremos en su desvalida humanidad, el mundo triste y duro de la España (y la Europa) de fines del siglo XIX y principios del XX. A veces, como es normal en el maestro, la propia realidad encarnada en el autor se entrevera en la ficción de los relatos. Eterna agonía en el sentido originario del término que agitó a Unamuno durante toda su vida y que lo hace un personaje tan esencial como inolvidable.

 Miguel de Unamuno, Cuentos de mí mismo,

http://www.librodot.com/getbook.php?num=10204&type=pdf



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