1101.

PÁRODO

Entrada del coro formado por ninfas Océanides

 [128-192]

CORO:

Nada temas. Es ésta una alada formación amiga la que se acerca en rápida lid a esta roca, venciendo con esfuerzo los paternos deseos. Me han enviado las ágiles brisas, porque el sonido de un acerado golpe atravesó la hondura de las cuevas y sorprendió mi severo pudor y me arrojé descalza en mi carro alado.

PROMETEO:

¡Ay, ay, vástagos de la prolífica Tetis e hijas del padre Océano, el que rodea toda la tierra con su incansable corriente! Mirad, contemplad con qué cadenas atado, en el extremo promontorio de este barranco mantendré una guardia abominable.

CORO:

Te contemplo, Prometeo. Una temible niebla cayó sobre mis ojos, llena de lágrimas cuando vi tu cuerpo marchitándose en estas piedras con estas férreas y ultrajantes cadenas. Nuevos timoneles gobiernan el Olimpo. Con novedosas leyes Zeus manda de forma absoluta y los antiguos monstruos ahora aniquila.

PROMETEO:

¡Ojalá me hubiera arrojado bajo la tierra, al fondo, al inconmensurable abismo de Hades, el que acoge a los muertos, y me hubiera atado salvajemente con insolubles cadenas, de modo que ni un dios ni ningún otro ser hubiera disfrutado con estos padecimientos! Pero yo, ahora, desgraciado de mí, sufro etéreos vaivenes, motivo de regocijo para mis enemigos.

CORO:

¿Qué divinidad será tan dura de corazón que se alegre de estas cosas? ¿Quién no sentirá compasión hacia tus males, aparte de Zeus? Siempre vengativo, imponiendo su inflexible voluntad, domina a la prole de Urano. No parará hasta que su corazón se sacie o hasta que alguien mediante algún ardid se apodere de su inquebrantable mando.

PROMETEO:

Aunque ciertamente vejado entre fuertes grilletes, el patrón de los bienaventurados tendrá necesidad de mí para que le muestre el nuevo decreto por el cual será despojado de su cetro y sus dignidades. Y no me seducirá con las melifluas y hechiceras palabras de la persuasión, ni yo le daré cuenta de aquel por asustarme con firmes amenazas, hasta que me libre de estas brutales cadenas y quiera compensarme de estos ultrajes.

CORO:

Eres osado y no cedes nada ante amargas penalidades. Hablas con demasiada libertad y un penetrante miedo aguijonea mi corazón. Temo por esta suerte tuya, sin saber dónde es preciso que conduzcas tu nave y veas el fin de estos sufrimientos. El hijo de Crono tiene una naturaleza inaccesible y un corazón inexorable.

PROMETEO:

Sé que Zeus es riguroso y que posee en sus manos la justicia, pero creo que reblandecerá todo su carácter algún día, cuando sea aplastado de ese modo. Calmará su implacable ira y nos apresuraremos a ir al encuentro de nuestra amistad y afecto.


1100.

PRÓLOGO
[1-127]

PODER:
Hemos llegado al solar de una lejana tierra, a territorio escita, a un páramo intransitable. Hefesto, debes atender las órdenes que tu padre te encomendó, encadenar a este infame a las rocas de altos peñascos con los inquebrantables grilletes de unas cadenas duras como el diamante, porque la cima de tu destreza, el fuego resplandeciente, generador de todas las artes, lo robó y lo dio como compañero a los mortales. Hay que hacer justicia con él ante los dioses por su falta, para que aprenda a respetar la autoridad de Zeus y a cesar en su actitud de amor al ser humano.

HEFESTO:
Poder y Fuerza, la orden que Zeus os dio está siendo cumplida y ya nada la impide. En cuanto a mí, aunque carezca de audacia para encadenar por la fuerza un congénere divino a un barranco batido por los vientos, tengo que atreverme a ello, porque descuidar las palabras de Zeus es peligroso. (A Prometeo) Altruista hijo de Temis, la recta consejera, contra mi voluntad voy a clavarte a ti contra tu voluntad a esta inhumana roca con inquebrantables grilletes, donde no verás ni imagen de mortal alguno ni voz, y, abrasado por la radiante llama del sol perderás la lozanía de tu piel. La noche tachonada de luminarias ocultará para ti, aliviado, su luz, pero el sol en la aurora dispersará de nuevo el rocío. Siempre el peso del presente mal te corroerá, porque no ha nacido aún quien te lo alivie. Tales son los frutos de tu comportamiento filantrópico. Al no inclinarte como dios ante la ira de los dioses, entregaste cosas valiosas a los mortales más allá de lo que les corresponde. A cambio de ello, vigilarás esta roca indeseable, en recta postura, insomne, sin poder doblar la rodilla. Proferirás muchos lamentos y sollozos inútiles, porque los pensamientos de Zeus son implacables. Rudo es todo aquel cuyo poder es reciente.

PODER:
Sea. ¿Pero por qué te retrasas y te lamentas en vano? ¿Por qué no abominas del dios más odiado por los dioses, que entregó tu atributo a los mortales?

HEFESTO:
El parentesco es terrible y el trato.

PODER:
Estoy de acuerdo y desobedecer las palabras del padre, ¿cómo es posible? ¿No temes eso más?

HEFESTO:
Tú, al menos, eres siempre despiadado y lleno de valor.

PODER:
No es ninguna solución llorar por éste. En cuanto a ti, no te esfuerces en vano por lo que no tiene utilidad alguna.

HEFESTO:
¡Ah, qué labor tan odiada!

PODER:
¿Por qué la odias? Simplemente, tu oficio no es en absoluto el responsable de lo que está pasando ahora.

HEFESTO:
En todo caso, ojalá le hubiera correspondido a cualquier otro esta tarea.

PODER:
Todo trabajo es odioso, excepto ser el señor de los dioses, porque nadie es libre, salvo Zeus.

HEFESTO:
Lo tengo sabido y no puedo oponer ninguna palabra.

PODER:
¿No vas entonces a ponerle a éste las cadenas para que tu padre no pueda verte ocioso?

HEFESTO:
Sin duda, las cadenas pueden verse y están listas.

PODER:
Ponlas en sus manos, golpéalas con el martillo, fuerte, poderosamente y fíjalas a las rocas.

HEFESTO:
Ya está acabando y no se demora esta tarea.

PODER:
Martillea más, aprieta, para nada aflojes, porque es algo grande hallar el sendero en medio de las dificultades.

HEFESTO:
Al menos este brazo quedó agarrado de forma inamovible.

PODER:
Amárralo firmemente para que aprenda que, aun siendo listo, es más torpe que Zeus.

HEFESTO:
Nadie, a no ser éste, podría reprobarme con justicia.

PODER:
Agarra con fuerza el penetrante borde de la cuña adamantina a través de su pecho.

HEFESTO:
¡Ay, ay! Gimo por tus sufrimientos.

PODER:
¿Te retraes de nuevo y lloras por los enemigos de Zeus? Mira no sea que te lamentes por ti mismo un día.

HEFESTO:
Estás viendo un espectáculo doloroso de ver con los ojos.

PODER:
Estoy viendo que éste obtiene lo que se merece. Vamos, pon esas cadenas alrededor de su costado.

HEFESTO:
Tengo que hacerlo, no me insistas tanto.

PODER:
No dudes que te ordenaré y lo haré a gritos más aún. Ve hacia abajo y aprieta alrededor de sus piernas con fuerza.

HEFESTO:
Bien, ya está hecho el trabajo y no con gran esfuerzo.

PODER:
Golpea ahora con energía los hirientes grilletes, porque quien inspeccionará tu obra es alguien severo.

HEFESTO:
El tono de tu voz es similar a tu aspecto.

PODER:
Tú sosiégate y no me reproches mi arrogancia y la rudeza de mi ira.

HEFESTO:
Marchémonos. Ya tiene las cadenas puestas en sus miembros.

PODER:
(A Prometeo) Anda, ve ahora y afrenta a los dioses, despójales de sus dones para dárselos a los seres caducos. ¿En algo son capaces los mortales de ahorrarte estos sufrimientos? Falsamente te llaman los dioses Prometeo, porque tú mismo necesitas un Precavido para hallar el modo de librarse de este artificio.

PROMETEO:
¡Oh, éter divino y brisas de veloces alas, fuentes de los ríos, sonrisa de incontables olas marinas, tierra madre de todos! ¡También a ti te invoco, órbita del sol que todo lo ve! Vedme, qué sufrimientos padezco, siendo un dios, por parte de los dioses. Mirad con qué oprobios habré de contender durante miles de años mientras soy destrozado. Estas son las ultrajantes cadenas que el joven caudillo de los bienaventurados halló para mí. ¡Ay, ay! Lloro la calamidad que está cayendo sobre mí en este momento. ¿Dónde debo encomendarme para dar fin en alguna ocasión a estos pesares? ¿Pero qué digo? Todo mi futuro conozco de antemano con exactitud y no me sobrevendrá ninguna calamidad imprevista. Hay que sobrellevar el destino fijado de la mejor manera posible, sabiendo que la fuerza de la fatalidad es irresistible. Pero no me es dado callar ni no callar esta suerte, porque al facilitar ese don a los mortales me uncí, desgraciado, a esta fatalidad. Apresé la robada fuente del fuego y llené con ella una férula, que resultó ser maestra de toda destreza para los mortales y un gran recurso. Pago la pena de tales errores sujeto a cadenas expuestas al aire libre. ¡Ay, ay, ay! ¿Qué sonido, qué olor invisible vuela hacia mí? ¿Es enviado por los dioses, por los mortales o por ambos? Un espectador ha llegado a la roca del fin del mundo. ¿Qué es lo que quiere? Ved a un desdichado dios encadenado, un enemigo de Zeus, que es odiado por todos los dioses que entran en el atrio de Zeus, por su total amistad con los mortales. ¡Ay, ay! ¿Qué susurro de aves vuelvo a oír? El éter murmura con un liviano revoloteo de alas. Lo que se me acerca es completamente temible.


1099.

Te has dedicado estos meses, desde junio hasta hace unos días, a traducir por simple deporte una tragedia que se inscribe tradicionalmente dentro del corpus creativo de Esquilo. Prometeo encadenado no se le atribuye modernamente al autor, y se nota. Su lenguaje es más accesible que el encontrado en las otras tragedias esquileas. Los personajes son más planos y el protagonista carece de una cierta grandeza. La obra es una sucesión de quejas y lamentos adornados con una obstinación casi enfermiza por el lado de Prometeo. Comparada con las piezas de la trilogía La Orestíada o Los persas, por citar algunas, hay, a tu juicio, falta de elevación trágica. Por no citar un cierto descoyuntamiento en la estructura dramática. Te llamó la atención, sin embargo, la caracterización continua de Zeus como un tirano en el sentido moderno del término y la imagen negativa que se da de su actitud. Emprendiste la traducción porque el personaje de Prometeo es uno de los más sugerentes de la mitología griega, con su sacrificio en pro de la humanidad, por el martirio a causa de su buena obra, por la crueldad de su castigo, por el contraste entre el mundo de los dioses y de los mortales en lo que respecta a sus respectivos caracteres. Omites introducción y contextos histórico, literario y mitológico porque es fácil hallarlos en internet. Te ha decepcionado, lo reconoces, pero, como les ocurre a los helenistas, basta afrontar un texto redactado en la lengua griega para que todas las apreciaciones negativas se embellezcan y la tarea se haga agradable. Dejas, por tanto, aquí la obra. En un primer momento la vas a ir desplegando en las entradas del blog dividida en las partes constitutivas de la estructura formal de la tragedia ateniense clásica. Y, finalmente, cuando hayas terminado, la dejarás en un documento PDF para descargar de una sola vez. Y, como es habitual en todo lo que traduces, el lector puede disponer libremente de ella con el solo ruego de citar el nombre de su traductor si va a divulgarla.