411.

Nada mejor para el último día del año que traer a colación un nuevo fragmento de las Historias de Polibio.

Paulo Emilio se dirige al senado ante el rey macedonio Perseo derrotado.

[1] Ὁ δὲ μεταλαβὼν τὴν Ῥωμαϊκὴν διάλεκτον παρεκάλει τοὺς ἐν τῷ συνεδρίῳ βλέποντας εἰς τὰ παρόντα, δεικνὺς ὑπὸ τὴν ὄψιν τὸν Περσέα, μήτε μεγαλαυχεῖν ἐπὶ τοῖς κατορθώμασι παρὰ τὸ δέον μήτε βουλεύεσθαι μηδὲν ὑπερήφανον μηδ’ ἀνήκεστον περὶ μηδενός, μήτε καθόλου πιστεύειν μηδέποτε ταῖς παρούσαις εὐτυχίαις· [2] ἀλλ’ ὅτε μάλιστά τις κατορθοίη κατὰ τὸν ἴδιον βίον καὶ κατὰ τὰς κοινὰς πράξεις, τότε μάλιστα παρεκάλει τῆς ἐναντίας τύχης ἔννοιαν λαμβάνειν. [3] καὶ γὰρ οὕτω μόλις ἂν ἐν ταῖς εὐκαιρίαις ἄνθρωπον μέτριον ὄντα φανῆναι. [4] τοῦτο γὰρ διαφέρειν ἔφη τοὺς ἀνοήτους τῶν νοῦν ἐχόντων, διότι συμβαίνει τοὺς μὲν ἐν ταῖς ἰδίαις ἀτυχίαις παιδεύεσθαι, τοὺς δ’ ἐν ταῖς τῶν πέλας.

Tras cambiar al latín y mientras les dirigía la atención a Perseo, instó a quienes contemplaban lo que estaba sucediendo en el Senado a que no se enorgullecieran de los éxitos más allá de lo conveniente y no adoptaran ninguna decisión que fuera producto de la arrogancia, ni irremediable para nadie; que no se confiaran nunca aunque en el presente hubieran tenido suerte. Les exhortaba, por el contrario, a tomar conciencia de una suerte adversa cuando se obtiene un gran éxito tanto en la vida privada, como en los asuntos de estado. Porque a duras penas un hombre se muestra comedido cuando la vida le es favorable. Y dijo que en esto se diferenciaban los insensatos de los que poseían inteligencia: sucede que aquéllos aprenden en sus propios infortunios y éstos en los ajenos.

Polibio, XXIX 20 1-4.

Feliz Año Nuevo a todos.


410.

ESTAMPAS ANDALUZAS

Siempre tiene su rostro contrahecho con un rictus de enfado. Viste de modo descuidado, con ropa limpia y en buen estado, pero vieja. La barba hirsuta y la melena al viento, desordenada y pocas veces peinada, añaden más enjundia al cabreo monumental que airea por donde pasa. No necesita hablar para dar a conocer que está en desacuerdo con el mundo y con la gente. Tiene un coche con muchos años de antigüedad en sus bielas, una casita en un barrio humilde de jornaleros y temporeros. Está casado. Sus dos hijas hace tiempo que se fueron del pueblo. No se lleva mal con  ninguna de sus mujeres, presumiblemente porque no les hace caso y ellas, podríamos sospechar, lo prefieren en sus actividades, no muy cerca. Es miembro del Partido Comunista y en las reuniones de comilitones alza la voz para protestar de los excesos del capitalismo y del neoliberalismo yanqui que todo lo arrasa, de la templanza de otros comunistas que se han adocenado ante la revolución. Aunque puede llegar a hablar con todos en el pueblo, su desprecio es evidente frente a quienes no considera involucrados en la santa tarea de salvar a la humanidad de la opresión. Trabaja de administrativo en el Ayuntamiento, es un cabecilla de Comisiones Obreras y agita con más ardor que eficacia las reuniones en la sede del sindicato. Las paredes que rodean a su mesa son un santuario de imaginería comunista: el Ché, Fidel Castro, Marx, Engels y demás estampitas, a las que ha añadido últimamente la ya momia del sanguinario emperador Norcoreano Kim Jong-Il. Va regularmente a Rota para protestar contra la base americana, es asiduo de Marinaleda y los golpecitos de esa revolución a la andaluza que alcalde y secuaces se empeñan en cumplir por aquellos pagos. Siempre tiene cara de pocos amigos. Está, es evidente, enfadado con el mundo.


409.

Como dice Cristo en el Evangelio, la buena semilla debe morir para germinar y dar nacimiento a la nueva planta. Estas palabras y la percepción de la realidad que hay en ellas te consuelan de ese cierto dolor por la decadencia de tu civilización. Desde una visión no maximalista de la realidad, no dejas de percibir que Occidente ha triunfado en el mundo y que su decrepitud y muerte es el natural producto de un ciclo vital cumplido y satisfecho. Como buen heredero del Imperio Romano, una vez pasado el tiempo de las armas y los gobernadores, lo que ha quedado tras su paso es una tierra fecundada por unos ideales y concepciones que están clavados a lo largo del orbe en el substrato de las mentes. Por más que en el mundo reinen tiranías, es general la noción de que la voluntad soberana del pueblo sea la que dirija la sociedad. Luego, habrá pucherazos, manipulaciones, violencia, muerte. Pero el hecho de que los tiranos necesiten ésa y no otra justificación de sus actos se debe a Occidente. La urna electoral, sea o no actor de un fraude, es un símbolo de su grandeza. Hay una concepción del ser humano y de lo que debe ser el gobierno que se ha impuesto en todo el mundo. Aunque lo que ha venido en llamarse “Primavera árabe” acabe en más tiranía teocrática, su espíritu debe a Occidente todo y nada al Islam. Y en el victimismo, el resentimiento y la soberbia de la sociedad musulmana no hay sino el intento de salvar una cultura que se ve arrollada por el triunfo moral y universal de Occidente. El poder del conocimiento y de la ciencia, la solidaridad entre los miembros de una especie humana cuyos integrantes son todos iguales en derechos y deberes, son más rasgos esenciales de la herencia de ese Occidente, tan cristiano como grecolatino, que amas y que debe morir para que la vida siga su curso. Es ley de la naturaleza. Y, como dice Marco Aurelio, nada malo en la naturaleza.


408.

Hay algunas obras musicales que también te dejan próximo el aroma de algo más cuya esencia se te escapa. El primer movimiento de la sonata Arpeggione (D825) o la Fantasía para piano a cuatro manos (D940), ambas de Franz Schubert. O las Tres Gimnopedias de Eric Satie. Hay alguna más. Son obras cuyas notas, al  volar y penetrar en el corazón de tus sentimientos, te dirigen hacia espacios que intuyes amplísimos. Pero cuando el último sonido se evapora entre las volutas del aire, ese mismo corazón se sumerge en un calmo desasosiego. Tu alma queda con sus poros abiertos a la espera de algo más. Así, de ese modo sólo se te ocurre definir lo que desciende sobre tu mente: algo más. Y se te antoja que esa expectativa no es sino el ansia imposible de ser poseído eternamente por una divinidad cuya única substancia sea la belleza.


407.

En aquellos lejanos tiempos en los que creíste, vanamente, que la Universidad podía ser una escapatoria para la miseria del instituto, llegaron a tus oídos ciertos comentarios. Es sabido que la única manera de acceder al confortable sillón de un departamento es sumergirse en el tráfago del pasillo. Así, como ya has contado, intentaste actuar, pese a las escasas cualidades con que la naturaleza te ha dotado en la menesterosa faena del merodeo. Estabas en una clara inferioridad de condiciones. Trabajabas fuera de los sacros muros y tus contactos no pasaban de una o dos personas que habían sido antiguos compañeros de carrera y que, felizmente, moraban entre las cobijas del Alma Mater. Llegaron, efectivamente, algunos comentarios a tus oídos. Procedían de los becarios y de algún profesor asociado, aquellas pobres ánimas en pena que soportaban con chirrido de dientes y acíbar en las entrañas el fusilamiento de sus trabajos por parte de los patricios, los encargos de labores manuales, las sonrisitas de sensual superioridad sobre sus espaldas y demás escollos (inimaginables para los profanos) que el cursus honorum facultativo exige de su laboriosidad de hormiga aspirante a la ociosidad de cigarra con plaza fija.  Poco tiempo después de tu fracaso, tus reflexiones te condujeron a no entender la razón de sus comentarios. Tenían, con paciencia y perseverancia en la sumisión, el despachito asegurado. Supiste que los ponía un poco nerviosos que tú hubieras salido de los matorrales y acecharas el rebaño. Finalmente, tu compasión  te hizo saber que tú hubieras actuado igual de estar en su piel y sus huesos. Quizá tuvieran derecho a reprocharte que, teniendo un buen trabajo fijo, fueras tan codicioso que quisieras quitarles su puesto a ellos, proletarios de biblioteca y cafelito al jefe. Como conclusión a esta especie de espectáculo propio, por lo carpetovetónico de la historieta, del bombero torero y sus adláteres, se te ocurre una pregunta: ¿es la Universidad una oficina recogedora de desempleados finos, o debe ser el receptáculo de la élite intelectual de un país? Quizá buena parte de la explicación de la miseria moral española resida en la respuesta.


406.

Habrá muchos cristianos que no sepan que el Nuevo Testamento fue escrito originalmente en griego. Es un griego, en el caso de los Evangelios sinópticos, elemental, simple, reiterativo, sentencioso. Como particular felicitación de Navidad de este blog, transcribes el pasaje de Lucas donde se narra el nacimiento de Cristo y das tu modesta versión al español, intentando recoger su cansino ritmo y su humilde prosa. Acompañas el texto con una imagen navideña de la Iglesia Ortodoxa Copta. Es tu homenaje a quienes son perseguidos, a quienes llevan siglos marginados, despreciados y explotados en una tierra que fue suya.  

 Η  ΓΕΝΝΗΣΙΣ ΤΟΥ ΙΗΣΟΥ ΧΡΙΣΤΟΥ

ΕΓΕΝΕΤΟ δὲ ἐν ταῖς ἡμέραις ἐκείναις ἐξῆλθε δόγμα παρὰ Καίσαρος Αὐγούστου ἀπογράφεσθαι πᾶσαν τὴν οἰκουμένην. 2 αὕτη ἡ ἀπογραφὴ πρώτη ἐγένετο ἡγεμονεύοντος τῆς Συρίας Κυρηνίου. 3 καὶ ἐπορεύοντο πάντες ἀπογράφεσθαι, ἕκαστος εἰς τὴν ἰδίαν πόλιν. 4 ἀνέβη δὲ καὶ ᾿Ιωσὴφ ἀπὸ τῆς Γαλιλαίας ἐκ πόλεως Ναζαρὲτ εἰς τὴν ᾿Ιουδαίαν εἰς πόλιν Δαυΐδ, ἥτις καλεῖται Βηθλεέμ, διὰ τὸ εἶναι αὐτὸν ἐξ οἴκου καὶ πατριᾶς Δαυΐδ, 5 ἀπογράψασθαι σὺν Μαριὰμ τῇ μεμνηστευμένῃ αὐτῷ γυναικί, οὔσῃ ἐγκύῳ. 6 ἐγένετο δὲ ἐν τῷ εἶναι αὐτοὺς ἐκεῖ ἐπλήσθησαν αἱ ἡμέραι τοῦ τεκεῖν αὐτήν, 7 καὶ ἔτεκε τὸν υἱὸν αὐτῆς τὸν πρωτότοκον, καὶ ἐσπαργάνωσεν αὐτὸν καὶ ἀνέκλινεν αὐτὸν ἐν τῇ φάτνῃ, διότι οὐκ ἦν αὐτοῖς τόπος ἐν τῷ καταλύματι. 8 Καὶ ποιμένες ἦσαν ἐν τῇ χώρᾳ τῇ αὐτῇ ἀγραυλοῦντες καὶ φυλάσσοντες φυλακὰς τῆς νυκτὸς ἐπὶ τὴν ποίμνην αὐτῶν. 9 καὶ ἰδοὺ ἄγγελος Κυρίου ἐπέστη αὐτοῖς καὶ δόξα Κυρίου περιέλαμψεν αὐτούς, καὶ ἐφοβήθησαν φόβον μέγαν. 10 καὶ εἶπεν αὐτοῖς ὁ ἄγγελος· μὴ φοβεῖσθε· ἰδοὺ γὰρ εὐαγγελίζομαι ὑμῖν χαρὰν μεγάλην, ἥτις ἔσται παντὶ τῷ λαῷ, 11 ὅτι ἐτέχθη ὑμῖν σήμερον σωτήρ, ὅς ἐστι Χριστὸς Κύριος, ἐν πόλει Δαυΐδ. 12 καὶ τοῦτο ὑμῖν τὸ σημεῖον· εὑρήσετε βρέφος ἐσπαργανωμένον, κείμενον ἐν φάτνῃ. 13 καὶ ἐξαίφνης ἐγένετο σὺν τῷ ἀγγέλῳ πλῆθος στρατιᾶς οὐρανίου αἰνούντων τὸν Θεὸν καὶ λεγόντων· 14 δόξα ἐν ὑψίστοις Θεῷ καὶ ἐπὶ γῆς εἰρήνη, ἐν ἀνθρώποις εὐδοκία. 15 καὶ ἐγένετο ὡς ἀπῆλθον ἀπ᾿ αὐτῶν εἰς τὸν οὐρανὸν οἱ ἄγγελοι, καὶ οἱ ἄνθρωποι οἱ ποιμένες εἶπον πρὸς ἀλλήλους· διέλθωμεν δὴ ἕως Βηθλεὲμ καὶ ἴδωμεν τὸ ρῆμα τοῦτο τὸ γεγονός, ὃ ὁ Κύριος ἐγνώρισεν ἡμῖν. 16 καὶ ἦλθον σπεύσαντες, καὶ ἀνεῦρον τήν τε Μαριὰμ καὶ τὸν ᾿Ιωσὴφ καὶ τὸ βρέφος κείμενον ἐν τῇ φάτνῃ. 17 ἰδόντες δὲ διεγνώρισαν περὶ τοῦ ρήματος τοῦ λαληθέντος αὐτοῖς περὶ τοῦ παιδίου τούτου·18 καὶ πάντες οἱ ἀκούσαντες ἐθαύμασαν περὶ τῶν λαληθέντων ὑπὸ τῶν ποιμένων πρὸς αὐτούς. 19 ἡ δὲ Μαριὰμ πάντα συνετήρει τὰ ρήματα ταῦτα συμβάλλουσα ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς. 20 καὶ ὑπέστρεψαν οἱ ποιμένες δοξάζοντες καὶ αἰνοῦντες τὸν Θεὸν ἐπὶ πᾶσιν οἷς ἤκουσαν καὶ εἶδον καθὼς ἐλαλήθη πρὸς αὐτούς.

 EL NACIMIENTO DE JESUCRISTO

(Lucas, 2 1-20)

Sucedió en aquellos días que llegó un edicto de César Augusto para que todo el mundo fuera inscrito en un censo. Este primer censo tuvo lugar durante el gobierno de Quirino en Siria. Todos marcharon a censarse, cada uno a su propia ciudad. También José subió desde Galilea, desde la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, por pertenecer él a la casa y al linaje de David. Se inscribió en el censo con María, que estaba encinta, a quien había desposado tras ser su prometida. Sucedió que mientras estaban allí se cumplieron los días para que ella diera a luz y dio a luz a su hijo primogénito.  Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no había sitio para ellos en la posada. Allí mismo, morando en el campo, había pastores que hacían guardia durante la noche vigilando sus rebaños. He aquí que se les presentó un ángel del Señor. La gloria del Señor los envolvió con su resplandor y fueron poseídos por un gran temor. El ángel les dijo: “No temáis, pues he aquí que os doy la buena nueva de una gran alegría que lo será para todo el pueblo. Hoy os ha nacido un salvador, Cristo el Señor, en la ciudad de David. Ésta es la señal para vosotros: encontraréis un recién nacido entre pañales, yaciendo en un pesebre.” De repente apareció junto al ángel la totalidad del ejército celestial alabando a Dios y diciendo: “Gloria a Dios en las alturas, en la tierra paz y buena voluntad entre los hombres”. Sucedió que los ángeles subieron al cielo y los pastores se dijeron unos a otros: “Vayamos hasta Belén y veamos si estas palabras, que el Señor nos ha dado a conocer, se han cumplido”. Se apresuraron en la marcha y encontraron a María, José y el recién nacido yaciendo en el pesebre. Al verlo reconocieron las palabras que les habían sido dichas acerca de este niño. Todos los que oyeron a los pastores se asombraron de lo que les dijeron. María observaba esas palabras y las meditaba en su corazón. Se volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal cual se les había dicho.

 


405.

EL JARDÍN DE GRAVA

OTOÑO

brilla la tarde
claridad orgullosa
en pleno otoño

 


404.

ALZHEIMER

 Me dicen que es inútil hablarte, que no te enteras de mis palabras. Me dicen que con mis cuidados es suficiente, que con mis atenciones sobra, que bastante hago alejando de mi cabeza la idea de recluirte en un centro, aceptándote en mi casa, como si no fuera ésta también tu casa. Este hogar es tanto más tuyo que mío, porque a él le dedicaste toda tu vida sin que jamás saliera de tu boca una expresión de reproche o amargura, de frustración o rencor. A mí esos consejos no me satisfacen. Prefiero seguir contándote cómo ha ido el día, a cuánto están las lechugas o las zanahorias en la plaza, cuánto ha subido la carne de ternera y que es más barato apuntarse al pollo. Es para mí imprescindible que sepas que Maruja, la vecina del cuarto derecha, se ha caído y se ha roto la cadera, aunque saldrá de ésta; o que a Nicasio le han tocado quinientos euros en los cupones de los ciegos. Te comento las imágenes y las palabras que emite esa pantalla que para ti no es más que una extraña ventana a un mundo en nada diferente al que ves por la ventanilla de la ambulancia que cada mañana te lleva a ese centro de día. Allí pretenden que la consunción de tu alma se vaya dilatando algo más en el tiempo. Necesito decirte día a día que la niña está contenta en su trabajo, que su Jorge ya ha empezado en preescolar y que su Luis entra este año en el colegio. ¿Y si te digo que Pedrito está muy contento en el instituto y que Marisa va a empezar 2º de una cosa que llaman «eso»? Ya ves, nombres raros, modernos, que a ti y a mí nos suenan a rayos, pero que son los que hoy en día dominan estos personajillos que vamos a dejar detrás de nosotros. Los niños de Pedro parecen más espabilados que los de la niña. ¿Te acuerdas de cómo se les veía diferentes desde que nacieron? Parece que lleváramos impresa en nuestra alma una forma de ser que permanece indeleble a lo largo de los años. Nada la cambia. Las circunstancias mudan y parece que vamos desarrollando diferentes maneras de bregar con esa impronta, pero por muy extraña que sea la evolución de nuestras existencias, siempre somos los mismos. Que te lo digan a ti. Aun sentada en esa silla, con esa mirada perdida en un horizonte que nadie salvo tú puedes contemplar, con una mente que suponemos vacía; aun en estos momentos en los que tú has dejado de ser tú, hay algo en tu comportamiento que revela la dulzura de tus gestos, la sensación de calma que siempre supiste infundir en quienes te rodeaban. Eras como esos árboles que parecen débiles, pero que resisten con suavidad los ataques de las tormentas y las tempestades. Incluso postrada en el olvido de ti misma, sigues siendo tú misma. Y eso me anima a hablarte como si pudieras oírme. Y te repito a diario y a cada instante aquello que te he venido diciendo durante los últimos cuarenta y dos años de vida, de vida a tu lado, con su aspereza y su suavidad, con los altibajos en alegrías y tristezas. Ya sé que no me oyes ni sabes por qué esa figura con la piel comida de arrugas y la cabeza blanca aferra sus manos ajadas a las tuyas como un náufrago agarra el trozo de madera con el que pretende salvarse del desastre. Ya sé que ignoras por qué ese ser se empeña en mover sus labios emitiendo ruidos que nada quieren decir. Me recalcan que es absurdo mi intento por hacerte comprender algo. Pero no les hago caso, aunque para otros a estas alturas mis palabras apenas podrían tener sentido de tan repetidas. Lo que te digo ahora te lo he dicho siempre y no es nada nuevo. Que sí, que soy consciente de que para nada sirve que te las diga, pero sí tienen utilidad para mí. Nadie puede ni imaginar lo que me consuela saber viva en mi corazón esa fuerza profunda que ha ordenado mis días, uno a uno, desde que te conocí. Nadie puede hacerse idea de lo que supone para mí decirte, cada vez que me vienen al corazón, esas dos palabras que resumen mi vida a tu lado: «Te quiero».


403.

Hoy traes dos libros muy diferentes. El primero es de una de tus autoras favoritas, Marguerite Yourcenar. Atacó clarividente, como es habitual, el asunto de Yukio Mishima: Lo que aquí nos importa es ver por qué caminos el Mishima brillante, adulado o, lo que viene a ser lo mismo, detestado por sus provocaciones y sus éxitos, se convierte poco a poco en el hombre decidido a morir (p. 95). La autora belga recoge las palabras del autor más adelante:”Cuando reviso con el pensamiento mis últimos veinticinco años, su vacío me llena de asombro. Apenas puedo decir que he vivido” (p. 141). Imaginas que Mishima era víctima de la enfermedad sagrada que arrebata el sentido del artista. Lo carcomía el vacío negativo que provoca el hiriente enigma de lo humano. En aquel contexto, no se le ocurrió otra escena que montar un grupo nacionalista con ensalmos de opereta. ¿Qué más daba? Falto de sentido, puede uno aferrarse a la parafernalia de lo artúrico del mismo modo que se puede revestir de la moral del bushido. Queda, como es habitual, su obra como pira catártica donde se consume el sufrimiento del visionario. Que no otra cosa es el artista. Y de otro lado, saltando en tiempo, modo y espacio, lees a Álvaro Cunqueiro. Te lo presentó un tío tuyo, gallego como toda tu familia paterna. Fue en Vigo, en una tasquita del casco antiguo, ante unas chiquitas de Ribeiro y unas raciones pulpo. Poco más que un saludo. No deberías tener más de diez u once años. En tu familia te jalearon mucho el honor. Y ahora, muchos años después, lees uno de sus libros. Es un estallido de buena literatura entendida como el despliegue hermoso y abrumador de las palabras. Poco importa que el asunto sea libérrimamente fantástico, que no pase nada más que una secuencia de historias de imaginación desbordante. Te atrajo la mención a Ulises y te hallaste con un variopinto fresco de innumerables colores tomados de aquí y de allá. Lo peor: llegó a cansarte y, en un punto, deseabas terminarlo. Empezaste disfrutando de la prosa, de la originalidad del artificio, y acabaste algo empachado de tanto envoltorio y de tan poca trama.  

Marguerite Yourcenar, Mishima o la visión del vacío, trad. Enrique Sordo, Barcelona, Seix Barral, 2010.

Álvaro Cunqueiro, Las mocedades de Ulises, Barcelona, Destino, 1970.


402.

A tu juicio, el punto más débil de la doctrina epicúrea es el tratamiento del dolor. Dice el maestro que en los momentos en que el bisturí del sufrimiento saja nuestra carne o nuestro espíritu, el recuerdo de los placeres pasados dulcificará el trance. Este lenitivo es inviable en el caso de los padecimientos del alma, puesto que el mismo puente de mando, desde el que se dirige la maniobra, renquea. En los sufrimientos del cuerpo, no alcanzas a ver el grado de entrenamiento en la doctrina que es preciso haber logrado para que la memoria supla la realidad lacerante. Ante el dolor de muelas o el ataque de lumbago o la punción lumbar a manos de un médico inexperto o carnicero, se te antoja fantasioso detenerse y, con una sonrisa en los labios, perder de vista los latigazos recordando lo bien que lo pasaste la noche anterior en compañía de tus amigos, enredados en una envolvente conversación sobre la física, ante una escueta, pero bien surtida mesa y unos modestos, pero deliciosos caldos. Es el dolor, como bien vio el Buda, el centro de la pregunta por la vida. Del placer poco, aunque se haya hecho a raudales, merece hablarse. Nos adherimos con aplauso y va bene. En todo caso, recomendar la moderación. ¿Pero cómo afrontar lo que nuestra naturaleza aborrece?