1391.

Como siempre, aquí se está el libro que recoge todos los epitafios en documento PDF.

Emilio Díaz Rolando.- Esta piedra que aquí ves


1390.

XL

 

EPITAFIO ANÓNIMO

 

No era. Fui. Ya no soy.

No me llores más. Soy libre.


1389.

ΧΧΧΙΧ

 

EPITAFIO DE MÍRRINA DEDICADO POR SU ESPOSO HIPÓMENES

 

Es triste ver el día sin tu voz,

oír cantar el alba sin tus ojos,

aceptar el final irremediable.

Pero más duele saber fugitivo

tu rostro cada día en mi memoria.


1388.

XXXVIII

 

EPITAFIO DE METRODORO, SACERDOTE DE ZEUS EN DODONA

 

Entre los montes de Pindo y las ondas de Aqueloo

mi vida transcurrió plácida a la sombra de los robles,

protegido por Dione y por el gran padre Zeus,

dios que todo lo contempla y que todo lo domina.

Fueron mis días eterno combatir con sus enigmas

intrincados en las hojas de su árbol elegido.

De mi pericia en intuir su sagrada voluntad

buena cuenta da mi fama, el renombre en las ciudades

y el mutismo que asevera en los otros su prudencia.


1387.

XXXVII

 

EPITAFIO DE ANTICLES, DEMAGOGO ATENIENSE

 

Aquí descansa, lo venció la muerte,

quien nunca fue vencido

en los debates rudos del Consejo

y en la fiera Asamblea.

Con mis palabras se armaron escuadras,

con mi talento, ejércitos;

mis tropos de orador humedecieron

duros ojos viriles

y mis metáforas forjaron lanzas

para gloria de Atenas.

No les creáis cuando afirman solemnes,

son simples sicofantes,

que el oro persa compró mi fortuna

y Esparta mis esclavos.


1386.

XXXVI

 

EPITAFIO SOBRE CENOTAFIO HALLADO EN ESMIRNA

 

Fue su sepulcro un temporal en Quíos,

allí tuvieron su reposo último

la madre, el padre y su adorada prole

en un retorno aventurado a casa.

Todos bajaron al abismo juntos,

los dioses nada escatimaron crueles

en el momento de infligir dolor

a la familia, que la losa encarga.

Que esta tumba, reposando yerma,

sirva a sus almas, tras la Estigia húmeda,

 para que olviden la frialdad del mar.


1385.

XXXV

 

EPITAFIO DE MENÓFILO, ASESINADO

 

Los padres de Menófilo pusieron esta lápida,

su esposa y sus hermanos, también sus pobres hijos.

Nos hiere la amargura mandada por los dioses,

su animosa crueldad, su encono, su aversión;

pero somos mortales, los hados aceptamos.

La justicia, no obstante, ansiamos de los hombres,

aunque sea tan sorda, como es la divina.

A diario, por el ágora se ufana su asesino.


1384.

XXXIV

 

EPITAFIO DE CLITOFONTE, OLIGARCA DE EUBEA

 

Aquí reposan mis cenizas grises,

yertas después de una vida larga

y cumplidos los votos de mi patria.

No hay reproche de nadie en mis obras,

ni siquiera un suspiro de cobarde,

una traición, un paso atrás, un trueque,

ningún baldón en mi linaje antiguo.

En la batalla honré a mis mayores

y en la ciudad guardé las leyes viejas,

pues los dioses reprueban la mudanza.


1383.

XXXIII

 

EPITAFIO DE EUMENIO, ESTRATEGO DE LA FLOTA CORINTIA

 

Aunque en esta tumba yazgo, me considero dichoso.

Cambié la frialdad del mar por el frío del sepulcro;

aquélla me era propia, éste me resulta cálido.

Posidón les permitió recoger mi cuerpo exánime,

consumada la batalla, flotando entre despojos,

y depositarlo aquí, en los campos de la patria.

 Si me admites un secreto, viajero que esto miras,

poco importa quién venció. Los ritos bien se cumplieron.

Mi alma cerca de Hades pisa ya la tierra firme.


1382.

XXXII

 

EPITAFIO DE AGATOCLEA, PITONISA

 

Toda mi vida al dios fue consagrada

y a quienes asistían

(¡esas caras exangües, mortecinas,

sumidas en congoja!)

al rito oculto de la Pitia en Delfos,

el ombligo del mundo.

Me otorgó ser la voz que presagiaba

el día venidero.

¡Ah, si el dios me hubiera concedido

saber el de mi muerte!