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La organización ETA es culpable de haber matado, a traición y cobardemente, a más de ochocientas personas a lo largo de sus decenios de actividad. Entre las víctimas hay niños, mujeres y hombres. De todas las edades y condiciones. Vinculadas a determinadas instituciones de la sociedad y gente que, simplemente, pasaba por el lugar menos oportuno en el momento menos oportuno. La organización ETA no sólo ha asesinado, también ha secuestrado, extorsionado, amenazado y expulsado. La organización ETA y sus cómplices son culpables del éxodo de más de doscientos mil vascos. La organización ETA y los nacionalistas son culpables de haber creado una sociedad enferma donde quien no comulgaba con el ideario se veía obligado a caminar asustado, mirando a todos de reojo, y a examinar su coche cada mañana por si había una bomba. La organización ETA es un grupo marxista cuyo ideal no es sólo la independencia del País Vasco, sino crear una réplica de Cuba, o de Corea del Norte. La organización ETA actuaba poniendo palos en las ruedas y provocando a los sectores más reaccionarios, mientras la inmensa mayoría de los españoles faenaba por erigir una sociedad libre después de cuarenta años de paternalismo y dictadura. La organización ETA y sus complices nacionalistas aborrecen un ordenamiento político que hace del País Vasco una región de facto independiente gracias a la buena voluntad de todos los españoles que en su momento reconoció la especificidad particular de aquel rincón de la Península Ibérica, cedió a casi todas sus aspiraciones y lo plasmó, blanco sobre negro, en la Constituión Española de 1978. Conviene no olvidar todos estos datos cuando ahora buena parte de la sociedad española pretende ver en la organización ETA unos mensajeros de la paz dispuestos a enfundar armas y bombas, ocultando que es una decisión temporal hasta ver si se cumplen sus objetivos finales. Conviene no olvidar esos hechos para intentar no caer en el síndrome de Estocolmo que adormece a buena parte de la sociedad española y que insulta, aisla, encarcela civilmente en los medios de comunicación oficialistas a quienes alzan la voz para recordar qué y quiénes son la ETA y sus cómplices. Hay quienes se han jugado y se juegan vida y hacienda por recordarnos la verdadera historia de ese grupo. Hay quienes, como Iñaki Arteta, han sido despreciados, ignorados y perseguidos por la buena sociedad vasca y española cuando ha denunciado la historia real del nacionalismo vasco. En su momento viste con el estómago encogido y el alma doliente Trece entre mil y El infierno vasco. Ahora tiene nuevos planes. Dirigir un documental titulado 1980. Para ello necesita un dinero que el estado le niega de forma cicatera cuando lo ha dilapidado sobre cineastas de izquierda para crear engendros imposibles de ver. Para ello, pide colaboración a quienes se sientan identificados con sus objetivos. Tú ya lo has hecho. Modestamente, pero lo has hecho. Y lo pides de quienes leen este blog.



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